UN TESORO...

El otro día hablaba con una buena amiga de las próximas Navidades. Ella había perdido a su abuelita recientemente y sabía que aunque era ley de vida y que había vivido muchísimos años feliz, la edad no perdona y había llegado su fin. Por suerte tiene un bebé precioso que alegraría la casa en estas fechas y sobre todo a sus padres, sus abuelos.

Y es que los abuelos son únicos. Yo sólo tuve la suerte de conocer a uno, y aunque hace ya unos años que murió, sigo teniéndolo muy presente cada día. Él era quien me secaba las lágrimas cuando mi madre me echaba la bronca, quien me venía a buscar al colegio, con él merendaba cada tarde mientras me contaba mil y una anécdotas, que al final acabé aprendiéndome de memoria y que hoy  echo tanto de menos...

Él me contaba trucos y anécdotas de antaño que no te enseñan en ningún sitio. Sonreía y se le secaba alguna lágrima cuando le decía lo mucho que le quería, y se emocionaba cuando le tocaba al piano el vals "Sobre las olas", su canción preferida. No creais, que también se enfadaba cuando en su huerto me creía la dueña y le destrozaba algún cerro en el que había algo plantado...

Como una madre y un padre no hay nada, pero como un abuelo tampoco. Envidio a mi marido que hasta hace poco tuvo la suerte de con 30 años tenerlos a todos a su lado, yo no podría imaginar tener la felicidad y los buenos ratos que pasé con mi abuelito multiplicados por cuatro, creo que hubiera sido la persona más feliz de la tierra.

Por eso cuando hoy veo a todos esos abuelos que ayudan a sus hijos a sobrellevar mejor los horarios intempestivos de trabajo, cuidando de sus nietos, pienso la felicidad inmensa de esos pequeños de poder disfrutar de esos ratitos con ellos, de esas vivencias y esos momentos irrepetibles que les marcarán para siempre. 

Porque quien tiene un abuelo... 

tiene un tesoro

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